¿Y si lo hacemos al revés?

La creación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) comenzó como apoyo didáctico y desarrollo del ámbito educativo. Poco a poco ha ido avanzando y adquiriendo mayores competencias proporcionando además de oferta en programas educativos, intercambio de conocimientos facilitando a su vez la comunicación entre el docente y alumnado. Además, las TIC añaden a la educación una doble función: actualización digital con la incorporación de esquemas de aprendizaje autónomo y, aportar herramientas de inclusión y alfabetización digital entre los menos favorecidos. Las reflexiones anteriores sirven de escenario para la difusión y creación de nuevos modelos educativos apoyados en el uso de TIC donde uno de los elementos utilizados es el modelo de aula invertida o aula volteada (FCM o ICM, por sus siglas en inglés). El aula invertida o modelo invertido de aprendizaje, como su nombre lo indica, pretende invertir los momentos y roles de la enseñanza tradicional, donde la clase magistral, habitualmente impartida por el docente, se pueda suplir o complementar por parte del alumnado por horas de trabajo-aprendizaje fuera del horario lectivo mediante herramientas multimedia o la que el propio alumno considere para su desarrollo. De tal forma que, las actividades que se desarrollen en su domicilio, se discutan, complementen y evalúen posteriormente en el aula a través de métodos interactivos de trabajo colaborativo, aprendizaje basado en problemas y realización de proyectos (Naranjo-Hernández Y, 2021).